Aunque pudiera parecer que esta entrada ya está fuera de lugar, no podía quedarme con las ganas de escribir acerca de “El Discurso del Rey” (“The King’s Speech”).
Este filme dirigido por Tom Hooper se basa en un hecho real: Albert, el duque de York (Colin Firth), era tartamudo; apenas si podía hilar un par de frases. Su tragedia personal se enmarcaba en la época en que la radio se abría camino como medio de comunicación.
Cansado y frustrado ante su situación, “Bertie”, como era llamado exclusivamente por su familia —y más tarde también por un personaje peculiar—, decidió dejar de consultar a los médicos, pues su ayuda había resultado infructuosa.
Sin embargo, la insistencia de su esposa Elizabeth (Helena Bonham Carter), lo acercó con el terapista del lenguaje Lionel Logue (Geoffrey Rush), quien por medio de técnicas excéntricas, y de un tratamiento físico y emocional comenzó a ayudarle con su problema.
Tras el fallecimiento del rey Jorge V (Michael Gambon), David (Guy Pearce), el hijo primogénito de la familia, ocupó el trono, convirtiéndose en el rey Eduardo VIII; pero su relación sentimental con la estadounidense Wallis Simpson (Eve Best) lo obligó a abdicar.
“Bertie”, ya convertido en el rey Jorge VI, acudió al auxilio de Logue; con la Segunda Guerra Mundial tocando la puerta, el monarca debía enunciar un discurso por la radio para comunicarse y calmar a sus súbditos en diversos puntos del planeta. ¿Lo logró?
“El discurso del rey” es una de las cintas más conmovedoras e inspiracionales de los últimos tiempos y además está realizada en un marco preciosita: con un diseño de vestuario y artístico espectacular, como suele ocurrir en un filme de época; una música exquisita, cortesía de Alexandre Desplat; una fotografía y movimiento de cámaras a pedir de boca y actuaciones excepcionales.
Los personajes de Firth, Rush y Bonham Carter son humanos, profundos, enternecedores y mantienen una química casi palpable de principio a fin de la película. Aunque sin duda quien se roba los reflectores es Firth, hecho que quedó constatado al ganar el Premio de la Academia a Mejor Actor.
Aún así Bonham Carter es genial en cada toma, pues con un sutil movimiento crea magia histriónica; mientras que la vena cómico-dramática de Rush es por demás maravillosa.
“El discurso del rey” es una cinta para reír, llorar, emocionarse y enamorarse de sus personajes. Aunque en el segundo acto decae su ritmo, porque la interacción entre “Bertie” y Logue se ve interrumpida, finalmente recobra su vigor e interés.
La película, que algunos se han empeñado en definir como un “bro-mance” a causa de la relación amistosa entre Jorge VI y su terapista, tiene curiosidades detrás.
Por ejemplo, su guionista, David Seidler, escribió la obra de teatro en la que se basa el filme porque en su infancia también padecía tartamudez; le tomó 30 años poder contar la historia, ya que la reina Elizabeth le concedió permiso para escribirla, pero sólo una vez que ella hubiera fallecido.
Mientras que el director, como bien lo dijo en su discurso de agradecimiento en Los Óscar, le debió la cinta a su madre, ya que después de ver la obra, le sugirió a su hijo la trama para que se convirtiera en su siguiente película.
Así nació “El discurso del rey”.
El filme fue el más ganador en la pasada entrega del Óscar, pues venció a sus rivales en los rubros de Mejor Película, Director, Guión Original y Actor. Nada mal para un rey tartamudo.
Este filme dirigido por Tom Hooper se basa en un hecho real: Albert, el duque de York (Colin Firth), era tartamudo; apenas si podía hilar un par de frases. Su tragedia personal se enmarcaba en la época en que la radio se abría camino como medio de comunicación.
Cansado y frustrado ante su situación, “Bertie”, como era llamado exclusivamente por su familia —y más tarde también por un personaje peculiar—, decidió dejar de consultar a los médicos, pues su ayuda había resultado infructuosa.
Sin embargo, la insistencia de su esposa Elizabeth (Helena Bonham Carter), lo acercó con el terapista del lenguaje Lionel Logue (Geoffrey Rush), quien por medio de técnicas excéntricas, y de un tratamiento físico y emocional comenzó a ayudarle con su problema.
Tras el fallecimiento del rey Jorge V (Michael Gambon), David (Guy Pearce), el hijo primogénito de la familia, ocupó el trono, convirtiéndose en el rey Eduardo VIII; pero su relación sentimental con la estadounidense Wallis Simpson (Eve Best) lo obligó a abdicar.
“Bertie”, ya convertido en el rey Jorge VI, acudió al auxilio de Logue; con la Segunda Guerra Mundial tocando la puerta, el monarca debía enunciar un discurso por la radio para comunicarse y calmar a sus súbditos en diversos puntos del planeta. ¿Lo logró?
“El discurso del rey” es una de las cintas más conmovedoras e inspiracionales de los últimos tiempos y además está realizada en un marco preciosita: con un diseño de vestuario y artístico espectacular, como suele ocurrir en un filme de época; una música exquisita, cortesía de Alexandre Desplat; una fotografía y movimiento de cámaras a pedir de boca y actuaciones excepcionales.
Los personajes de Firth, Rush y Bonham Carter son humanos, profundos, enternecedores y mantienen una química casi palpable de principio a fin de la película. Aunque sin duda quien se roba los reflectores es Firth, hecho que quedó constatado al ganar el Premio de la Academia a Mejor Actor.
Aún así Bonham Carter es genial en cada toma, pues con un sutil movimiento crea magia histriónica; mientras que la vena cómico-dramática de Rush es por demás maravillosa.
“El discurso del rey” es una cinta para reír, llorar, emocionarse y enamorarse de sus personajes. Aunque en el segundo acto decae su ritmo, porque la interacción entre “Bertie” y Logue se ve interrumpida, finalmente recobra su vigor e interés.
La película, que algunos se han empeñado en definir como un “bro-mance” a causa de la relación amistosa entre Jorge VI y su terapista, tiene curiosidades detrás.
Por ejemplo, su guionista, David Seidler, escribió la obra de teatro en la que se basa el filme porque en su infancia también padecía tartamudez; le tomó 30 años poder contar la historia, ya que la reina Elizabeth le concedió permiso para escribirla, pero sólo una vez que ella hubiera fallecido.
Mientras que el director, como bien lo dijo en su discurso de agradecimiento en Los Óscar, le debió la cinta a su madre, ya que después de ver la obra, le sugirió a su hijo la trama para que se convirtiera en su siguiente película.
Así nació “El discurso del rey”.
El filme fue el más ganador en la pasada entrega del Óscar, pues venció a sus rivales en los rubros de Mejor Película, Director, Guión Original y Actor. Nada mal para un rey tartamudo.
¿O tú qué opinas?
Twitter: mabsalinas
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