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miércoles, 25 de diciembre de 2013

Reseña: Camille Claudel 1915


“No pienso demandarlos. No tengo fuerza para ello”, dice una derrotada Camille Claudel (Juliette Binoche) a su médico en una consulta psiquiátrica. La línea forma parte del extenso monólogo en donde la escultora, ex amante de Aguste Rodin, habla sobre el abandono de su familia y quienes, en su opinión, manipularon su encierro.

Es el momento cumbre de la película de Bruno Dumont. Momentos antes Camille había exhumado su frustración al tomar un pedazo de tierra e intentar moldear una escultura, darle vida a la materia prima inerte.

Quien fuera una aclamada escultora en París ahora está reducida a cenizas. “Vive” encerrada en un manicomio, convencida de que quieren envenenarla y de que Rodin está empecinado en su hundimiento. Sus días transcurren mientras atestigua el desequilibrio de sus compañeros y la caridad de sus cuidadores.

Gritos, gemidos e irracionalidad entretejen sus días. “¡Ya no puedo más! Ya no soy una criatura humana”, exclama desesperada. Su única expectativa es la visita de su hermano, el poeta y dramaturgo Paul Claudel (Jean-Luc Vincent).

La dirección de Dumont nos sumerge en la claustrofobia y consternación que siente la protagonista. Su coartada libertad se enfatiza mediante tomas largas, escasos movimientos de cámara, la continua repetición de escenarios y las limitadas acciones de Camille y el resto de los personajes. No hay mucho que hacer en un manicomio.

Tal como suele hacerlo, Dumont retoma su estilo en la puesta. Las imágenes son testimonio de su retrato costumbrista y las tomas abiertas capturan sobrios paisajes (tal como en Fuera de Satán/Hors Satan); en conjunto, plasman su clásico costumbrismo.

El cineasta francés se apoya en un ritmo lento, en el registro de actividades cotidianas para mostrarnos sólo unos días de la vida de Camille, una mujer acosada por sus delirios de grandeza y persecución. En la misma medida, Binoche se yergue con su actuación. En ocasiones mesurada, en otras exasperada y desconfiada siempre se muestra intimista.

Carga con el peso de la película y consigue hacer creíble un fragmento en la existencia de una mujer que no respira más pero cuya historia y talento dejaron impresa una huella en el mundo artístico, en la cultura occidental. Camille Claudel 1915 (para ver el tráiler dar clic en el link) es desgarradora como lo fue su vida.

“No hay peor oficio que el arte. La genialidad tiene un precio. ¡Qué vida! ¡Qué drama! La vocación artística es excesivamente peligrosa. Y muy poca gente es capaz de soportarla”. Y en el caso de su hermana, Paul Claudel sencillamente acertó.


Altamente recomendable.