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domingo, 27 de marzo de 2011

“Nunca me abandones”: poesía en imágenes


“Nunca me abandones” (“Never let me go”) es el nombre de la novela que en 2005 escribió Kazuo Ishiguro, que fue considerado uno de los mejores libros de la década pasada, y que en 2010 Mark Romanek llevó a la pantalla grande.

Protagonizada por Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightly, es una cinta cargada de romanticismo y melancolía donde este trío de actores británicos demuestran una vez más por qué tienen la mirada del Reino Unido y el mundo encima.

La historia gira en torno a tres niños cuya infancia se redujo a ser alumnos de un orfanato llamado Hailsham, en donde se les enseñó que eran especiales; que su vida tenía un propósito único e imprescindible.

Sin embargo, las vidas de Kathy (Mulligan), Tommy (Garfield) y Ruth (Knightley) adquieren sentido cuando una maestra del “instituto” les revela el motivo de su existencia.

A pesar de estar predestinados a cumplir un propósito maquiavélico, “Nunca me abandones” es una historia de amor que se desarrolla en la década de los 60, en un mundo donde enfermedades mortales como el cáncer ya no existen.

Es una historia de amor verdadero y amor no correspondido que tiene como telón de fondo un elemento sci-fi que podría parecer antitético, pero que en realidad es lo que le aporta melancolía y un aire casi poético al filme. 

Los tres personajes principales son perseguidos por su destino y alcanzados por su realidad tanto dentro como fuera del marco amoroso.

Pero para complementar esta parte esencial de la película, “Nunca me abandones” también se adentra en el terreno del dilema ético, el cual se desencadena a partir de que el ser humano juega a ser Dios.

En ese sentido, tanto la atmósfera como el tema de la cinta es similar a la que se aborda en “Útero” (“Womb”), del húngaro Benedek Fliegauf, cinta protagonizada por Eva Green y Matt Smith y que estuvo en competencia en el pasado Festival Internacional de Cine en la Ciudad de México.

A diferencia de ésta, “Nunca me abandones” cuenta con una gran ambientación, pues nos remonta a una década previa, así como con una fotografía envidiable, cuya paleta de colores inyecta la ya mencionada nostalgia y tristeza que se deriva de los sucesos a los que están expuestos los protagonistas.

Tal vez el único gran problema de la cinta es su ritmo lento, basado en tomas largas y fijas, y silencios que aunque sirven para contener la acción, son fundamentales para la creación de la poesía. De ahí que no todo tipo de público quede conforme con el resultado de esta desgarradora tragedia.

Aún así, vale la pena resaltar la música del filme, tanto el “score” como una canción que adquiere gran importancia en la historia.

No la echen en saco roto, seguramente los más románticos y pacientes la disfrutarán.

Twitter: mabsalinas

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