Blog dedicado al cine, la música, la televisión, el teatro y sus personajes; a la magia del espectáculo

viernes, 31 de diciembre de 2010

"El listón blanco"


“El listón blanco” (“Das weisse Band”) es una obra maestra. Simple y sencillo.

Su desenvoltura aparentemente apacible, enmarcada con una fotografía magistral, perfecta, en blanco y negro (aunque originalmente la cinta fue filmada a color y posteriormente trasladada a los claroscuros) narra un horror que trasciende la violencia gráfica.

Michael Haneke, un experto para retratar la violencia tal como lo demostró en las crudas “Funny Games” (1997) y “La Pianista (2001), en 2009 realizó “El listón blanco”, filme que se irguió con la Palma de Oro en Cannes en ese año.

Lentamente, por medio de planos estáticos y de la narración en voz en off de un anciano maestro de escuela que atestiguó los hechos en carne propia, Haeneke nos introduce en la “tranquila” vida de un pueblo luterano del norte de Alemania.

En ese lugar, en donde los moradores llevan una vida recta y son dominados por el pastor y el barón de la comunidad, atroces crímenes ocurren, despertando consternación en los personajes y en el público. Pero este último quedará aún más marcado por las monstruosidades que ocurren al interior de esas casas en apariencia perfectas.

La historia acaece poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, del asesinato del archiduque de Austria, Francisco Fernando; sin embargo, el pueblo vivía en secreto su propia batalla silente.

El conflicto se propaga en tres horizontes, todos conectados entre sí.

En primer lugar, en el pueblo se desatan hechos violentos en medio de una tremebunda calma: niños son golpeados, abusados, o personas sufren mortales accidentes provocados por una mano invisible, pero que es sugerida durante todo el filme por la lente y dirección de Haneke. Mientras tanto, los habitantes yacen temerosos y expectantes.

En segundo lugar, niños y mujeres son oprimidos y violentados psicológicamente, son humillados y orillados a llevar un comportamiento impecable por parte de los hipócritas modelos de autoridad.

Algunos, como los hijos del pastor, deben portar en el brazo o en el cabello un listón blanco como símbolo de pureza. Esos mismos niños que un par de décadas más tarde portarían con orgullo la suástica nazi y cometerían crímenes de lesa humanidad aún más pavorosos que los planteados en el filme.

Y, en tercer lugar, los retorcidos y fanáticos personajes adultos que mediante un método educativo abusivo nunca mostrado por la cámara, velado y tal como se hacía, a puertas cerradas, dejan entrever el funcionamiento de la sociedad alemana de entonces.

La perfección de las casas y la cordialidad que mostraban los pobladores puertas afuera solamente escondía la podredumbre que se vivía al interior, y que sirvió de semillero de la maldad y la violencia que posteriormente dominó al país germano con el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Una completa metáfora visual.

Personajes complejos, actuaciones sutiles que con un gesto o una mirada desvelan más información que los diálogos que sostienen, y una dirección precisa hacen que “El listón blanco” sea una obra grande, profunda, atemorizante.

No por nada fue nominada al Óscar como mejor película extranjera –perdió ante la argentina “El Secreto de sus Ojos”, de Juan José Campanella–, reconocida en Cannes y algunos expertos vaticinan que es el mejor trabajo de Haneke, pues les parece complicado que la supere.

Aprovechen que ahora gracias a Canana se proyecta en algunas salas de cine mexicanas de Cinemex y de la Cineteca Nacional.

Twitter: mabsalinas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Imbécil